El césped, como todas las plantas, necesita nutrirse y el hecho de pisarlo, jugar sobre él, el estirarse en él, etc. y su constante siega provoca su compactación, lo cual impide que tanto el aire, como agua y el sol llegue a sus raíces en las proporciones necesarias; las aireadoras nos ayudarán a corregir este efecto, facilitando con su trabajo el intercambio de aire, agua y luz entre el suelo y la atmósfera que lo envuelve.